Todos los niños se pasan su infancia queriendo crecer, ser mayores (o al menos eso es lo que creen que quieren): conducir el coche que hay en el garaje, tocar la guitarra, salir a cenar, usar pintalabios, afeitarse, quedarse despiertos hasta tarde… ¡Por supuesto! La vida de los adultos mola… hasta que eres adulto. ¿Por qué nadie le cuenta a sus hijos qué ocurre después de la universidad? ¿Por qué nadie nos había hablado de alquileres, multas, impuestos y horas extra? Ojalá pudiésemos volver atrás porque razones por las que no querríamos crecer, hay de sobras… 

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Tener que levantarte con el despertador  

Todos odiábamos que papá o mamá viniesen a despertarnos para ir al colegio (y prácticamente tuvieran que sacarnos de la cama a la fuerza). Era horrible. Pero incluso la voz de nuestros padres era más agradable que esa molesta alarma del despertador. ¿Salir de la cama por voluntad propia? ¿Y encima para ir a trabajar o a hacer un examen a la universidad? Que alguien me lo explique pero lo hacemos cada mañana.

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Cocinar para tus amigos cuando organizas una cena  

Ni siquiera nuestros padres cocinaban para nuestras fiestas de cumpleaños. Simplemente tenían que ir al supermercado y comprar Coca-Cola sin cafeína, pan Bimbo, Nocilla y un par de bolsas de ganchitos. Más tarde, de adolescentes, cambiamos la Coca-Cola por cervezas. Pero ahora, cuando invitas a tus amigos a cenar a tu casa esperan que cocines para ellos (y no precisamente espaguetis con tomate) y que encima les sirvas en platos de verdad que luego hay que lavar. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Otra razón más para no crecer.

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Poner lavadoras  

¿Cómo no pudimos apreciar todos esos años en que la ropa aparecía mágicamente limpia-planchada-doblada en nuestros armarios? Sí, queridos, había unos pequeños duendecillos llamados “padres” que se ocupaban de ello. Ahora, en cambio, tenemos un monstruo llamado “cesto de la ropa sucia que se está desbordando” mirándonos desde una esquina de la habitación. Y poner la lavadora es solo el principio: luego hay que sacarla, tender la ropa, plancharla, doblarla y ponerla en su sitio y vuelta empezar. Y así todos los días de nuestras vidas hasta que la muerte nos separe...

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Papeleo, la pesadilla  

Otra maravillosa razón por la que no querríamos crecer es el apasionante mundo del papeleo. Resulta que cuando te haces mayor y te compras un coche, tienes que asegurarlo y perder tardes enteras comparando precios y “qué te cubre el seguro y qué no”. Ah, y acordarte de pagarlo religiosamente cada año. También cuando trabajas y te pagan, una vez al año tienes que informar a alguien llamado Hacienda de lo has ganado para que decida si te quita más dinero o te devuelve un poco. Se llama “hacer la declaración de la renta”. ¡Incluso tienes que pensar en cuando seas MÁS mayor y abrir un plan de pensiones!

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Resacas con hijos  

Ahí está, la historia de terror más corta del mundo. Hubo una época en que salir, beber y tener resaca eran casi como un deporte. Te levantabas pasado el mediodía con un dolor de cabeza terrible, bebías agua (acompañada seguramente de un Ibuprofeno) y te tumbabas en el sofá, teléfono en mano para pedir pizza y pasar la tarde viendo películas de serie B entre siesta y siesta. Y un día se te ocurrió tener hijos, que son adorables y nos encantan pero tardan unos años en aprender a hacerse el desayuno ellos solos... Así que aunque llegues a las 6 de la mañana a casa porque tienes canguro, a las 7.30 tendrás un bebé llorando al que hay que cambiar pañales o a un par de pequeños que quieren ver los dibujos. ¡Felicidades!

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Tu cuerpo ya no es el que era  

Hablando de resacas, ¿recuerdas cuando solo necesitabas una mañana para recuperarte? Sí, hace unos años podías salir jueves, viernes y sábado y aparecer en clase o en el trabajo fresco como una rosa. También podías quedarte estudiando hasta las cuatro de la mañana, dormir dos horas y seguir sacando un sobresaliente en el examen. Seguro que te acuerdas porque no hace tanto pero, de golpe, tu cuerpo no responde. Los viernes por la noche son sagrados… para quedarse en casa descansando de una dura semana. Y, por supuesto, tus 8 horas de cama son sagradas. Incluso has empezado a hacer smoothies verdes, dicen que son lo más para eliminar toxinas...

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Pagar el alquiler  

Antes de crecer, nunca pensaste que ese piso (o casita con jardín) donde vivías felizmente con tu familia tenía un precio. ¿Jamás te preguntaste por qué tus padres se pasaban horas cada día fuera de casa en un lugar llamado “trabajo”? Una de dos: o pagas alquiler o pagas… HIPOTECA. Y créenos, el alquiler (ese incordio mensual) es la menos intimidante de las dos opciones. Ahora ya sabes por qué papá y mamá se iban a dormir tarde. ¿Quién puede dormir pensando en el alquiler?

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Decidir qué hacer con tu vida  

Ser un espíritu libre es aceptable hasta cierta edad... Queramos o no, tarde o temprano llega el día en que se abre la compuerta a todas las preguntas sobre nuestro futuro: “¿Hasta cuándo vas a vivir con tus padres? ¿Estás buscando trabajo? ¿Vas en serio con tu novia? ¿Cuándo os vais a vivir juntos/casaros/tener hijos? ¿Has pensado en comprarte un coche y una casa? ¿Qué vas a hacer con tu vida?”. ¿Puedo ser un unicornio, por favor?      

 

Redacción Vanidad

Imágenes: Giphy