¿Te has parado a pensar por qué muchas marcas de redes sociales utilizan el azul en sus logos? ¿O por qué las habitaciones pintadas en verdes o blancos transmiten más paz que una llena de amarillos y naranjas? ¿Has oído alguna vez eso de que “unos labios rojos cambian por completo el estado de ánimo”? La respuesta a todo ello tiene un denominador común: el color y su capacidad de influir en nuestras emociones.

Aunque parezcan inocentes, muchas de nuestras elecciones cotidianas están fuertemente influenciadas por el efecto de los colores que nos rodean en el momento de tomarlas. De hecho, en el mundo del marketing, el color es una herramienta crucial para incitar al consumidor a la compra de según qué producto, pues a través de los sentidos el efecto que dicho elemento causa es capaz de determinar el impulso necesario para decantarse por ello.

A priori, esto puede sonar arbitrario y banal, y es que a fin de cuentas cada cual dota a los colores de connotaciones subjetivas que en nada se parece a la de otros. Sin embargo, y aunque es cierto que no es posible de analizar sin tener en cuenta el contexto y la cultura, todos los colores poseen una serie de características comunes a la gran mayoría de personas y que causan en el cerebro humano un efecto similar, todo ello es estudiado por la psicología del color.

La psicología del color es la encargada de analizar el comportamiento de las personas ante los estímulos recibidos por distintos colores y cómo estos afectan a nuestras emociones e incluso llegan a alterar el estado de ánimo. A través de estos estudios, se ha podido comprobar cómo existen reacciones similares que ayudan a asociar de forma más o menos precisa una cualidad a un color.

Así, en el imaginario colectivo occidental, el rojo es símbolo de pasión a la par que de peligro, el negro de luto, pero también de elegancia y el amarillo de felicidad, pero también de ira. Cada color desprende una serie de mensajes ocultos que influyen en nuestro día a día.

¿Imaginas un quirófano cuyas paredes fuesen de un naranja estridente, o un parque de atracciones donde los colores que reinasen fuesen el gris y el blanco? Las emociones que proyectaríamos no se corresponderían en absoluto con el contexto del lugar, y ahí es donde radica el poder de los colores.

El efecto de la psicología del color es tal que cada vez son más las empresas que lo incluyen como requisito fundamental en sus campañas de marketing. Que nos decantemos por un jersey u otro a la hora de ir de compras, incluso la elección de los colores tendencia de cada temporada no son en absoluto fruto de la casualidad. Todo viene marcado por estas reacciones más o menos inconscientes.

Pero no solo en el ámbito de los negocios: nuestra vida diaria está plagada de gestos fruto del efecto de la psicología del color. Piensa en la elección de la ropa cada mañana: posiblemente tu estado de ánimo sea crucial a la hora de escoger un color u otro, bien si quieres reflejar tu interior o si, por el contrario, lo que deseas es cambiarlo.

Así, en un día alegre los protagonistas serán la alegría del amarillo, la esperanza del verde o el optimismo del naranja, mientras que un día de ánimos bajos, la tenacidad del gris o la tranquilidad del azul serán un buen reflejo del alma. Y así también podemos analizar la decoración de nuestra habitación, ¡y hasta la elección cromática de la receta del día!

El color inunda todo, hasta lo que no se ve, y juega un papel fundamental en el desarrollo de nuestro día a día. Pese a que no es algo de lo que seamos muy conscientes, la psicología del color que profesamos casi sin darnos cuenta puede ser una aliada fuerte a la hora de enfrentarnos al mundo. Así que, ya sabes, una de las claves para triunfar es, sin duda, ¡ponerle color a la vida!

 

Elena Romero: @elenar_vargas

Imágenes: Unsplash